Siéntense. Quiero contarles algo que me marcó. En mis días de maestro, un grupo de muchachos, jugando en el recreo, rompieron la ventana del salón de actos. Un accidente, claro. Pero el ruido y los vidrios rotos crearon un silencio tenso en toda la escuela.
Pude haberlos castigado, suspendido. Pude haber llamado a sus padres para que pagaran. Eso habría sido lo fácil.
Pero hice algo distinto. Los reuní y les dije: "Esto no lo va a arreglar un conserje. Lo van a arreglar ustedes". Les hice limpiar los fragmentos, ayudar a tomar las medidas, cooperar para pagar el nuevo cristal y ver cómo se instalaba. Al final, no hablamos del error, hablamos sobre la responsabilidad de construir lo que se ha roto.
Ese día, esos muchachos no aprendieron sobre el castigo. Aprendieron sobre el legado. Dejaron el salón mejor de lo que lo encontraron.
¿Qué Tiene que Ver una Ventana Rota con tu Apellido?
Todo. Porque confundimos la herencia con el legado.
Creemos que tener un apellido como Garza, Elizondo o Treviño es suficiente. Creemos que la historia de esos gigantes nos hace grandes por ósmosis. Es un error.
Un apellido no es un destino; es una herramienta. Es un martillo. Puedes dejarlo oxidarse en una caja o puedes usarlo para construir una catedral.
La historia de nuestros ancestros no es un trofeo para pulir. Es un plan de obra, a menudo incompleto, que nos pide que continuemos el trabajo. Y no hay mejor ejemplo de esto que la historia de José de Treviño.
¿Cómo se "Construye" un Legado? El Caso de José de Treviño
Cuando pensamos en los fundadores, imaginamos a Diego de Montemayor en 1596, un acto heroico y singular. Pero una ciudad no se funda en un día. Se construye durante décadas.
Siete años después de esa fundación, en 1603, llegó al Nuevo Reino de León José de Treviño.
Y aquí es donde vemos la diferencia entre heredar y construir. Treviño no llegó con las manos vacías, esperando recibir tierras. Llegó con un plan de negocios. Llegó como un arquitecto, no como un invitado.
¿Cuál fue su Plan Maestro?
Lean esto, muchachos, porque es la lista de un constructor. Cuando José de Treviño pidió su merced de tierra al gobernador Montemayor, no dijo "denme un lugar". Dijo: "denme un lugar, porque voy a traer esto":
- Diez carretas con bueyes
- Mil doscientas vacas mansas y cerreras
- Mil cabezas de ganado menor (cabras y ovejas)
- Cincuenta yeguas de vientre
- Un molino de pan
- Veinte yuntas de bueyes con sus rejas para arar
- Cincuenta azadones
- Veinte burras y cinco burros
- Cuatro esclavos negros
- Seis caballos y todas sus armas
Esto no es un equipaje. Es el inventario de un hombre que no venía a vivir del reino; venía a construirlo. Trajo un molino de pan. ¡Trajo la industria!
Y no se detuvo ahí. Recibió sus tierras en los Llanos del Topo y fundó la Hacienda de San Francisco. Esas tierras, ese plan maestro, son los cimientos de lo que hoy conocemos como Apodaca y General Escobedo.
Conclusión: Tu Apellido es un Manifiesto de Acción
José de Treviño no es famoso porque su apellido era Treviño. El apellido Treviño es respetado porque hombres como José hicieron cosas. Construyeron.
Al igual que mis alumnos con la ventana rota, el valor no estaba en el vidrio, sino en el acto de repararlo.
Esto, muchachos, es el corazón de 1egacy. El legado no es algo que se hereda; es algo que se construye. Tu apellido no es un nombre, es un manifiesto. Es un verbo.
La historia de tu familia, llena de constructores y reparadores, es el plano. La pregunta es: ¿qué vas a construir tú?
(CTA Propuesto: Contacto Directo) Tu linaje te dio las herramientas. Es hora de construir tu legado. Si estás listo para descubrir los planos, hablemos. Permíteme ser tu guía en esta obra.
